domingo, 22 de marzo de 2009

Muéstranos el Padre...


"Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta".
del evangelio de Juan.

Esta petición suena un tanto fuera de lugar a nuestros oídos evangélicos con años de tener una Biblia en nuestras manos. ¿Acaso Felipe no se da cuenta de quién es Jesús? ¡A nosotros nos tomó a penas algunos minutos! Bastó con que leyeramos el primer capítulo del evangelio según Juan y ya lo sabíamos ¿No es así?

Sin embargo, para los discípulos esta petición era natural, algunos tardaron para asimilar la idea un buen tiempo... Jesús el Hijo de Dios, Jesús... ¡Es Dios!

La petición de Felipe no es muy diferente a la que había hecho Moisés generaciones atrás: Te ruego que me muestres tu gloria. El deseo de Felipe no es muy diferente al que los que nos decimos discípulos tenemos: Anhelamos tener una relación con Dios de una forma más íntima, deseamos andar en su presencia, queremos disfrutar su gloria.

La respuesta de Jesús no se hace esperar:¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

Si deseamos estar en la presencia de Dios debemos conocer a Jesús, tener intimidad con él, no se trata solamente de "tenerle en nuestro corazón" sino de vivir su vida así como el murió nuestra muerte. Hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. Quien conoce a Jesús conoce al Padre.

Jesús abrió paso a la presencia misma del Señor. Cuando Moisés estuvo en presencia de la gloria de Dios apenas si vió "sus espaldas"; Quienes conocemos a Jesús hemos visto su gloria, gloria como del unigénito del Padre, es cierto a Dios nadie le vio jamás y sin embargo, por su gracia, el unigénito Hijo le ha dado a conocer.

¿Por qué insistir en una experiencia "mística" cuando tenemos su vida práctica? Después de todo somos seguidores de aquél que dijo: Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

Estar en la presencia de Dios, vivir la presencia de Dios no tiene que ver tanto con ángeles y serafines como con la vida práctica: amar a nuestro prójimo, visitar al enfermo, ayudar al necesitado.

"El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre".
Jesús a sus discípulos.


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