Hoy mientras decidía cuales libros llevaba a casa y cuales se quedaban en el camino me di cuenta que tenía demasiados libros (lo cual me recordó un ensayo de Zaid).
También me di cuenta que muchos cristianos hemos decidido llenar nuestras cabezas de conocimiento, escribiendo, dictando y publicando infinidad de libros que hablan sobre la voluntad de Dios y lo que él quiere... pero en realidad no nos dedicamos a conocer a Jesucristo. Conocemos mucho acerca de él pero... ¿Le conocemos realmente?
Dejame explicarme: Yo conozco a mi esposa porque hemos compartido muchos años de vida juntos; pero, si en el día que la ví por primera vez yo le hubiera dicho te conozco y se mucho acerca de tí, se donde vives, como se llaman tus padres, cuantos hermanos tienes, en que escuela estudias, se porque tienes esa cicatriz en la rodilla y tu sabor de helado favorito... ella hubiera huído despavorida creyéndome una especie de maniaco acosador o secuestrador en potencia.
Conozco a mi esposa por el día a día juntos, porque compartimos nuestras vidas primero como amigos, luego como novios y desde hace casi doce años como esposos, es nuestro andar juntos lo que me permite conocerla como nadie más lo ha hecho (bueno, salvo el Señor) es la confianza y proximidad que tengo con ella, nuestras desveladas mientras platicamos, las alegrías y tristezas que hemos pasado juntos...
Esa es la manera en que deberíamos conocer a nuestro Señor Jesucristo. Andando y conversando día a día con él, compartiendo la vida, desvelándonos juntos, en la intimidad de lo cotidiano... después de todo somos la iglesia, su esposa, su amada por quien se entregó y a quien escribió esa carta de amor que nosotros llamamos "biblia" y nos dedicamos a estudiar como si fuera un libro de texto escolar.
Conocer no es llenar nuestra cabeza... conocer es compartir el día a día.
También me di cuenta que muchos cristianos hemos decidido llenar nuestras cabezas de conocimiento, escribiendo, dictando y publicando infinidad de libros que hablan sobre la voluntad de Dios y lo que él quiere... pero en realidad no nos dedicamos a conocer a Jesucristo. Conocemos mucho acerca de él pero... ¿Le conocemos realmente?
Dejame explicarme: Yo conozco a mi esposa porque hemos compartido muchos años de vida juntos; pero, si en el día que la ví por primera vez yo le hubiera dicho te conozco y se mucho acerca de tí, se donde vives, como se llaman tus padres, cuantos hermanos tienes, en que escuela estudias, se porque tienes esa cicatriz en la rodilla y tu sabor de helado favorito... ella hubiera huído despavorida creyéndome una especie de maniaco acosador o secuestrador en potencia.
Conozco a mi esposa por el día a día juntos, porque compartimos nuestras vidas primero como amigos, luego como novios y desde hace casi doce años como esposos, es nuestro andar juntos lo que me permite conocerla como nadie más lo ha hecho (bueno, salvo el Señor) es la confianza y proximidad que tengo con ella, nuestras desveladas mientras platicamos, las alegrías y tristezas que hemos pasado juntos...
Esa es la manera en que deberíamos conocer a nuestro Señor Jesucristo. Andando y conversando día a día con él, compartiendo la vida, desvelándonos juntos, en la intimidad de lo cotidiano... después de todo somos la iglesia, su esposa, su amada por quien se entregó y a quien escribió esa carta de amor que nosotros llamamos "biblia" y nos dedicamos a estudiar como si fuera un libro de texto escolar.
Conocer no es llenar nuestra cabeza... conocer es compartir el día a día.
"El conocimiento envanece, pero el Amor edifica"
Pablo a los Corintios
180x6: Día a día de la vida fuera de la iglesia institucional.
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